El adiós al hombre que retrató a Sunchales

Pesar por el fallecimiento de Fernando Ángel Melchiori.

Panorama Institucional01/04/2024German ThalmanGerman Thalman
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PH. Guillermo Reutemann (Negativo Uno)

El oficio periodístico tiene múltiples facetas, técnicas y métodos. Pero muchas de ellas quedarían incompletas si no existiese la disciplina del fotoperiodismo, esa que pone en hechos el axioma de que “una imagen vale más que mil palabras”.

Fernando Ángel Melchiori se dedicó a la fotografía prácticamente durante toda su vida. Fue el encargado de testimoniar, a través de su lente, los hechos más significativos de los últimos sesenta años de nuestra ciudad. Sucesos políticos, visitas ilustres, hechos sociales, acontecimientos deportivos, culturales y hasta los siniestros más angustiantes quedaron registrados para la posteridad gracias a su mirada.

No podríamos decir que Fernando se destacó por composiciones exquisitas o representaciones muy elaboradas. La eficacia de Fernando estaba en su virtud de estar siempre presente y presto para disparar la cámara, atributos que, probablemente, fue consolidando como perito fotógrafo al servicio de las fuerzas policiales o como un riguroso trabajador de prensa cuya asistencia era casi obligatoria en cualquier acto relevante.

Con Marilú Colautti compartieron un tándem periodístico de más de treinta años. Desde la corresponsalía del diario La Opinión, Fernando y Marilú construyeron un vínculo armonioso y de respeto mutuo, al punto de que nunca quebraron el trato formal de comunicarse sin necesidad de tutearse. La cronista daba las indicaciones, sencillas y precisas, para que el reportero gráfico sume su labor de apoyo. Metódicamente, cada tarde, Fernando despachaba por el servicio del Etar los rollos que luego serían revelados en la redacción rafaelina, con los fotogramas que ilustrarían las crónicas de la jornada. Formas de otra época que hoy parecen muy lejanas.

“Melcho” estuvo rodeado de cámaras desde la cuna. Heredó el oficio de don Ángel, un artista bohemio adelantado para la época. En su casa se respiraba arte y cultura. Aunque no hacía una demostración grandilocuente de su formación, Fernando era una persona muy culta, gustoso de la buena lectura y amante de la música clásica. Pero también combinaba lo más excelso con otras manifestaciones populares, la discusión deportiva y la “rosca” política que se interesa por intercambiar con otros parroquianos que frecuentaban los bares del centro. Miradas, opiniones y data que recogía de la calle o en las tertulias en las que se lucía como buen cocinero y anfitrión, facetas que disfrutaba y en las que se movía con frescura.

No existen muchos registros en los que Fernando esté delante de la cámara. En el reciente homenaje que sus colegas le brindaron a su compañera, prácticamente hubo que obligarlo para que posara junto a Marilú y los demás, algo que hizo no sin pudor e inocultable vergüenza. Su lugar siempre estaba detrás de la cámara.

Como muchos de su generación, no fue inocuo a los cambios tecnológicos. Pero se adaptó con habilidad. Era un experto conocedor de cuestiones técnicas y de instrumentos de calidad. Así pudo trasponer la transición del modo analógico al digital sin demasiados sobresaltos.

Su talentoso colega, Guillermo Reutemann, lo recordó diciendo que “Fernando era a quien recurrías si necesitabas una foto impresa”. Y valoró la rigurosidad para conservar cada registro. “Su lenguaje fueron las fotos y toda su enorme colección de archivo”, expresó. “Nos hará falta, se lo va extrañar”, sintetizó con la unívoca emoción que toda la comunidad comparte.

Su partida repentina dejó el sinsabor de una charla inconclusa, una exposición postergada eternamente, una pedaleada que ya no tendrá retorno. Y un deseo sincero por su descanso en paz, aquel que se merecen las buenas personas como él.

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