La memoria andante

La historia de la Biblioteca Pública Itinerante "Mary Delfino"

Panorama Institucional24/04/2024German ThalmanGerman Thalman
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En “Los Hijos de los Días”, Eduardo Galeano señala que en toda la historia de la humanidad hubo un solo refugio de libros a prueba de guerras y de incendios: la biblioteca andante. 

Esta particular invención fue ideada por el Gran Visir de Persia, Abdul Kassem Ismael, a fines del siglo diez. Cuenta Galeano que el prevenido hombre viajaba incansablemente llevando su biblioteca consigo, distribuyendo los ciento diecisiete mil libros en cuatrocientos camellos que formaban una caravana de dos kilómetros de largo. 

Tanto tiempo después, con algo más de tecnología y un catálogo un poco más modesto, el espíritu del Gran Visir parece replicarse en nuestras calles, cada vez que Vale Ceresole activa sus redes sociales para proponer una nueva serie de libros que serán repartidos por el pueblo, a pedido de los interesados, en una biblioteca itinerante que lleva en cada obra un homenaje a la memoria de su mamá Mary.

“Es una idea un poco loca”, confiesa Valeria, inspirada en una experiencia parecida llamada “Los Versos Nómades” que transcurre en el conurbano bonaerense. “Cuando me encontré con esa historia no lo dudé: eso es lo que buscaba y lo que quería hacer”, enfatiza. 

La casa de sus padres, Mary Delfino y Eldo Ceresole, fue lugar de encuentro de muchos sunchalenses. Ambos tuvieron un gran compromiso social, político y comunitario. Y especialmente Mary, dedicada a la docencia, acompañó a una gran cantidad de jóvenes en sus etapas de formación académica, pero también desde la militancia o la práctica deportiva. Lógicamente, era una casa llena de libros: Didácticos, ensayos, de literatura clásica y algunas ficciones. De todos los estilos y para todos los gustos. 

Tras el fallecimiento de su madre, Valeria se preguntó qué hacer con ese material. Y lo que más lamentaba era que esos libros no fuesen leídos. Ahí aparecieron “Los Versos Nómades” y la motivación fue espontánea: Con sus hermanos decidieron que toda la colección de Mary sea un bien público disponible para la comunidad y hacerlos biblioteca, con esa particular modalidad itinerante. 

A principios de febrero, Valeria publicó el primer catálogo de diez libros que eligió apelando a su intuición y pensando en las obras que las amigas de Mary hubiesen pedido. La repercusión fue tan grande que al día siguiente se ofreció otra serie de diez ejemplares. Y a los pocos días, otra más.

La dinámica es sencilla: Valeria publica en sus redes sociales -y también en las de sus hermanos y en las de la propia Mary- los libros que pone en circulación. Luego, junto con su pequeño Fermín, se sube a la bicicleta y recorre las calles del pueblo llevando cada libro a su lector temporario. Cuando le avisan, vuelve a buscarlos y la marcha sigue. 

“Lo disfruto mucho. A veces, no me da el tiempo como para mantener una periodicidad en las publicaciones, pero tratamos de ir cumpliendo con todos”, comenta. Valeria no deja de recibir gratificaciones, agradecimientos y emotivas devoluciones de sus contactos. “Nos llenan de mensajes de amor y cariño, siempre recordando a Mary”, evoca. 

El catálogo de la Biblioteca Pública Itinerante “Mary Delfino” es amplísimo. De hecho, Valeria ya sumó su propia colección de libros. Y hasta Margarita, su hija mayor, también agregó sus obras infantiles para intercambiar con los lectores más pequeños. Hay clásicos, contemporáneos, políticos, biografías de músicos y artistas, novelas, una colección completa de Galeano, ensayos sobre educación o historia, de Isabel Allende, de Ernest Hemingway, de Simone de Beauvoir, de Milan Kundera, de Rosa Montero, y de tantísimos otros, más o menos populares. Una biblioteca con todas las letras. 

“Es curioso, porque Mary prestaba muchos libros, pero se enojaba cuando no los recuperaba”, recuerda Valeria. Pero en uno de los últimos ejemplares que compró -un ensayo de la antropóloga Rita Segato-, dejó plasmado, de puño y letra, el deseo, tal vez póstumo, que da sustento a la iniciativa: “Lo presto, pero no lo regalo”, había escrito Mary en la última página del texto. Una señal ineludible que Valeria tomó como guiño de aceptación para avalar su noble tarea.

En alguna de estas tibias tardecitas de otoño, Fermín volverá a aferrarse a la cintura de su mamá, ansioso por iniciar la nueva aventura. Montarán la bicicleta y pasearán por las calles de Sunchales, conocerán a viejas compañeras de la abuela y nuevas amistades de mamá. Juntarán semillitas que luego plantarán en el patio, como lo hacía Mary, y se llevarán algún regalito simple, un recuerdo o una anécdota que la evoque. Sus libros y su memoria seguirán andando, pedaleando, viviendo.

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